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Leonardo: Sin fecha de vencimiento

Este mes APG Chile organizó el evento “Profesionales con fecha de Vencimiento”, donde en un interesante panel con expositores de diversas industrias, se abordaron los complejos desafíos del mundo profesional en tiempos de tantos cambios a raíz de la automatización, el auge de las consultoras integrales, la inminente llegada de robots estrategas y el boom de la Inteligencia Artificial para encontrar insights, entre otras amenazas apocalípticas para nuestro trabajo. En ese mismo contexto, quise hacer mi propia reflexión, porque quiero aprovechar esta instancia para homenajear a Leonardo Da Vinci, uno de los más grandes creativos -y planners- de todos los tiempos, a propósito de los 500 años de su partida y cuya fecha de vencimiento pareciera no expirar.


Hace unas semanas, me invitaron a hablar a estudiantes de la UDP sobre las expectativas del mercado acerca de los egresados de la carrera de publicidad, y pensé justamente en el ejemplo de Leonardo como un perfil profesional que me gustaría tener en mi equipo: un personaje inquieto, disperso, curioso, analítico, pensador, hacedor, experimentador, obsesionado con entender y unir los patrones donde todo está relacionado con todo, y como resultado, una capacidad única de hacer cosas de una forma que nadie jamás hizo antes.


Una de las cosas que me llamaron la atención en la impresionante biografía sobre este genio que escribió Walter Isaacson, tiene que ver con el contexto en que se desarrolló Leonardo, que es uno muy parecido al que vivimos actualmente: una época de descubrimientos, de exploración, y de difusión del conocimiento mediante las nuevas tecnologías.


Otra particularidad de su contexto, es que fue “hijo natural” es decir, fue el resultado de una relación fugaz entre su padre, Ser Piero Da Vinci y una campesina. Casualmente lo que podría haber resultado en una estigma, porque en su condición no pudo ejercer la profesión familiar que era la de ser notarios, terminó resultando en una oportunidad: tuvo la libertad de explorar otros mundos lejanos y menos aburridos que las actas notariales, como el arte, la pintura, la ilustración, la escultura, la ciencia y tantas otras cosas que surgían de manera fértil en esa época esplendorosa.


Podría decirse entonces que, cinco siglos después, si vemos la revolución tecnológica y creativa que vivimos, junto con el fin de estigmas asociados al tener que seguir los mandatos de carreras familiares -o institucionales- por ejemplo, estaríamos en un momento propicio para el surgimiento de nuevos Leonardos. Y creo que es ahí donde está la oportunidad para vencer con optimismo a esta suerte de profecía autocumplida que pareciéramos estar generando respecto del futuro de nuestro trabajo y la amenaza de la automatización.


En estos 500 años, hay muchas cosas que cambiaron y se han ido perfeccionando. Da Vinci sentó las bases del desarrollo de objetos y maravillas que hoy funcionan mucho mejor que como él las imaginó, máquinas de volar, catapultas, artefactos varios de ingeniería. Pero también dejó un legado innegable en sus aportes a esas y otras tantas innovaciones en el mundo del arte, como el estudio de las proporciones del cuerpo (investigación basada en Data de la época), la perspectiva, la sombra y fundamentalmente la capacidad infinita del pensamiento creativo. Sus obras, las terminadas y las que nunca pintó, aún nos causan admiración, siguen vigentes y son una foto obligada en los viajes. Posiblemente la inteligencia Artificial las pueda copiar e incluso mejorar hasta engañarnos, pero difícilmente las haya podido crear. O sí. Pero eso es irrelevante. Porque cuando entramos en el plano de la creatividad, los océanos son azules, vastos y de posibilidades infinitas. La competencia se torna irrelevante. Puede haber una rivalidad entre Dali y Picasso, o entre Da Vinci y Miguel Angel, pero todos ellos pasaron a la historia y siguen entre nosotros.


Por eso en este nuevo renacimiento, los profesionales que trabajamos en la industria creativa, no tenemos por qué temerle a este mundo tan cambiante. Podemos sí, aprender a manejar la tecnología y la inteligencia artificial, para reproducir pensamiento en serie, basado en datos, algorítmico y tremendamente fácil de empatar y por lo mismo olvidable. También podemos usar esas mismas herramientas para aportar lo mismo que usó Leonardo en su época: unir patrones, juntar lo que no tenía aparente relación y crear cosas maravillosas que trascienden KPIs, planes de negocios, y que permitan alcanzar eso con lo que soñaba el genial Andy Warhol: “la idea no es vivir para siempre, la idea es crear algo que sí lo haga”. Eso, no tiene fecha de vencimiento.


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Gabriel es CEO de Mayo Chile y VP de Planning Regional BCN Mayo. Con más de 20 años trabajando en comunicaciones y publicidad, ha estado involucrado en la estrategia, diseño, construcción y comunicación de marcas en las más diversas categorías, tales como Apple, McDonald’s, BancoEstado, CasaIdeas, adidas, Clorox, Principal Financial Group, Nissan o MasterDog, por mencionar algunas.

Es parte del consejo directivo de APG Chile. Su pasión por el planning y la estrategia lo motivaron a ser profesor en diversas escuelas de publicidad, como la UDP, Uniacc, Andrés Bello y Brother.

Además, desarrolla y conduce charlas, workshops y asesorías estratégicas para empresas, fundaciones y proyectos de todo tamaño. Está casado con Juliana y tiene cuatro hijos. Fan de la bicicleta, de Cortázar, Murakami y recientemente de Leonardo Da Vinci. Es Argentino y vive en Chile desde 1996.



EN APG CHILE CREEMOS QUE ESTRATEGIA ES CREATIVIDAD.
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