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Accidentes, crisis y rupturas.


Hace unos tres años, me tocó participar en una de las licitaciones más desafiantes en que he trabajado. El cliente era una institución financiera del Estado y en ese entonces, sugeríamos la necesidad de entender el nuevo Chile que se había ido formando desde los últimos 20 años. El análisis pretendía interpretar todo lo que había pasado en el país desde los ámbitos más diversos: lo deportivo, económico, social, político, incluso desde lo geológico/climático (terremotos y aluviones incluidos). Terminábamos diciendo que a pesar de los logros mediáticos, la gente necesitaba una actualización del “sistema operativo - país”. Había algo agotándose y nadie estaba siendo capaz de dar respuestas sobre cómo debería ser este nueva versión de Chile.

La semana pasada todo lo que vivimos, terminó por confirmar que en un sentido teníamos razón, pero en otro, nos faltaba entender mucho más. Nosotros los que trabajamos en planning, y que supuestamente nos sumergimos en los estudios, y revisamos las encuestas, los focus, las tendencias, y que participamos - supuestamente- entendiendo las expectativas y motivaciones de los consumidores y ciudadanos para saber no solo las marcas que prefieren, sino los movimientos sociales latentes, quizá teníamos la oportunidad de haberlo leído antes. Pero elegimos creernos lo literal, y no lo que se decía entre líneas, porque nos daba más tranquilidad y era más “seguro”.

La sensación que me queda de los últimos días es que finalmente se corrió ese velo de lo que no estábamos queriendo abordar. Veo las redes sociales y un meme que muestra los últimos presidentes de Chile sindicados como los culpables de todo esto (Aylwin, Frei, Lagos, Bachelet, Piñera). Ellos como la representación de un sistema político que ha venido manejando las cosas bajo cierto guión. Ciertos parlamentos de una obra que nos guste o no, alguien diseñó y que de algún modo se fue legitimando como el relato oficial de Chile. Porque para qué estamos con cosas, todos sabemos que el país que se ha construido en los últimos años, fue diseñado antes de 1989 y el resto simplemente se dedicó a seguir ese libreto, como quien sigue un manual de procedimiento. Y había cierto orgullo cívico en esta lógica de alternancia política de uno y otro lado, pero que de alguna manera repetía un patrón prefijado un poquito más a la derecha, un poquito más a la izquierda. Pero siempre la misma teleserie. Y por debajo, cocinándose a fuego lento esa cosa que no se puede leer bien pero que se siente venir, como cuando va a llover a cántaros y hay una tensa calma. Hasta que explota y nos queda esa duda y la angustia de lo que vendrá después.

La sensación que tuve cuando vi cómo se incendiaban las estaciones de metro y empezaban los saqueos, fue como si de repente se había despertado un país que se quería sacudir del cuerpo los últimos años de este relato contado a costa de tanta desigualdad. Como si todo lo avanzado de pronto perdiera legitimidad y ya no sirviera, porque sus bases se sentaron de manera impositiva y no desde la gente y su voluntad. Y sí, nos resulta caótico e inexplicable. Sobretodo cuando vemos que esto se parece tanto a los movimientos del vecindario del que tanto se quieren diferenciar los chilenos. Y nos cuesta entenderlo, como tampoco es posible entender muchos de los movimientos sociales de la humanidad, sino hasta mucho después.

Guillermo Olivetto decía en “El futuro ya llegó” (Atlántida, 2007) que en la historia humana hay accidentes, crisis y rupturas. Los accidentes son algo que manejamos. Un tropiezo en el camino. Nos levantamos, nos sacudimos la ropa y seguimos, tal vez un parche curita aquí o allá y listo. Las crisis son más profundas, porque nos sacan del camino. Nos desequilibran y nos confunden pero una vez que encontramos la orientación volvemos a la senda y podemos seguir. Las rupturas, son el tercer tipo de interrupción del devenir, y son “las peores” porque destruyen los puntos de referencia existentes hasta entonces. Son lo que hoy conocemos como las disrupciones. Implican un nuevo tiempo que solo puede entenderse hacia adelante. Quizás sea esta ruptura, la oportunidad de revisar el libreto que escribieron hace años para Chile y de reescribirlo por completo de una forma más inclusiva, interpretando ahora sí, a los deseos, expectativas y fundamentalmente a las necesidades del público objetivo de nuestro país, que en definitiva somos todos nosotros.

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Gabriel es CEO de Mayo Chile y VP de Planning Regional de Grupo Mayo. Con más de 20 años trabajando en comunicaciones y publicidad, ha estado involucrado en la estrategia, diseño, construcción y comunicación de marcas en las más diversas categorías, tales como Apple, McDonald’s, BancoEstado, CasaIdeas, adidas, Clorox, Principal Financial Group, Nissan o MasterDog, por mencionar algunas.

Es parte del consejo directivo de APG Chile. Su pasión por el planning y la estrategia lo motivaron a ser profesor en diversas escuelas de publicidad, como la UDP, Uniacc, Andrés Bello y Brother.

Además, desarrolla y conduce charlas, workshops y asesorías estratégicas para empresas, fundaciones y proyectos de todo tamaño. Está casado con Juliana y tiene cuatro hijos. Fan de la bicicleta, de Cortázar, Murakami y recientemente de Leonardo Da Vinci. Es Argentino y vive en Chile desde 1996.

La foto es de @carlevarino en Unsplash

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